Servio-es ý)vsion Líbrary CAT. DISCURSO ANTE LA JUNTA DE GOBERNADORES de ROBERT S. McNAMARA PRESIDENTE DEL BANCO MUNDIAL Washington, D.C. 26 de septiembre de 1977 DISCURSO ANTE LA JUNTA DE GOBERNADORES Página 1. Introducción 1 II. Historial de 25 años de desarrollo 5 111. Políticas para acelerar el crecimiento económico 13 IV. Políticas para reorientar el crecimiento 23 V. El programa financiero del Banco Mundial 32 VI. Medidas iniciales para la elaboración de un "Informe sobre el desarrollo mundial" 36 ViI. Resumen y conclusiones 37 Anexo I-Corrientes de capital hacia las naciones en desarrollo más pobres y situación de la deuda de éstas 40 Anexo li-Corrientes de capital hacia los países en desarrollo de ingresos medios y situación de la deuda de éstos 41 Anexo 11M-Corrientes de asistencia oficial para el desarrollo (AOD) de los países miembros del Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD), como porcentaje del producto nacional bruto 42 1. INTRODUCCION A' pasar revista a lo que ha ocurrido en el mundo en desarrollo desde que nos reunimos por última vez en esta asamblea, se destacan, en mi opinión, dos puntos importantes. El primero y más evidente es que las perspectivas económicas inmediatas, aunque todavía inciertas, han mejorado considera- blemente. Recordarán cual era la situación hace doce meses. Las cifras de los resultados obtenidos por las naciones en desarrollo en 1975 confirmaban que su tasa media de crecimiento del PNB no pasaba de 3,7%, lo que suponía una disminución muy fuerte en comparación con los promedios del decenio de 1960. El ingreso per cápita de los países más pobres, insuficiente en el mejor de los años, se había quedado estancado. Las naciones en desarrollo de ingresos medios se enfrentaban a un endeudamiento externo creciente y a difíciles problemas de ajuste. Por último, las operaciones futuras del propio Banco Mundial se veían amenazadas por graves dificultades: las negociaciones para la quinta reposición de los recursos de la Asociación Inter- nacional de Fomento (AIF) se habían retrasado repetidas veces y la incertidumbre acerca del aumento del capital del Banco era considerable. No era una situación muy tranquilizadora. Sin embargo, hoy las perspectivas son más halagüeñas. Los datos de los resultados de 1976 indican que la tasa media de crecimiento de los países en desarrollo ha aumentado a 4,7%, y ahora que las negociaciones para la quinta reposición de los recursos de la AIF han concluido con éxito y que existe un amplio consenso en cuanto a que debe aumentarse en términos reales el programa de operaciones crediticias del Banco y tam- bién llevarse a cabo una ampliación de su capital, las incerti- dumbres respecto del futuro de las operaciones financieras del Banco Mundial se han resuelto en gran medida. Las perspectivas del período que se avecina son, por lo tanto, notablemente mejores que hace doce meses. Y sin embargo, tras de esta mejora inmediata y a corto plazo en el panorama global del desarrollo-y disimulado parcialmente por ella-se oculta un problema más profundo y perturbador. Se trata de lo siguiente: A los intentos fracasados de la comunidad internacional por llegar a acuerdos fundamentales ha seguido un cierto paréntesis de inquietud y preocupación. Hay un sentimiento de insatis- facción generalizada y creciente con los resultados de los pro- longados debates que han tenido lugar en diversos foros interna- cionales durante los dos últimos años. El séptimo período extraordinario de sesiones de la Asam- blea General de las Naciones Unidas, el cuarto período de se- siones de la UNCTAD, en Nairobi, las dilatadas reuniones del Diálogo Norte-Sur, en París, y otras varias asambleas de este tipo, se han celebrado y han pasado, pero los problemas más urgen- tes siguen en gran medida sin resolver. Se ha llegado a algunos acuerdos parciales, se han reducido algunas diferencias y ha surgido cierto deseo de pactar. Pero es evidente que ni las naciones desarrolladas ni las que están en proceso de desarrollo, ni los países con superávit de capital ni los deficitarios, ni el Norte ni el Sur están realmente satisfechos con los resultados. En el mejor de los casos, el ambiente actual es de pesar y decepción; y en el peor, de frustración y desilusión. No es un ambiente muy prometedor para lograr lo que más se necesita, que es llegar a un entendimiento básico acerca de cuáles son los problemas del desarrollo y cuál es el modo de resolverlos. Ahora bien, hay dos tipos de actividades que se pueden emprender para mejorar ese ambiente. Unas son las encaminadas a evitar que los aspectos políticos de la situación sigan endureciéndose hasta llegar a un punto muerto. Naturalmente, éste es en esencia un problema político y, como tal, sobrepasa al mandato del Banco. Esta fue la razón por la que el pasado mes de enero sugerí que se formara una 2 comisión de alto nivel, totalmente independiente y deliberada- mente no oficial, integrada por líderes políticos experimentados de los países desarrollados y en desarrollo, que pudiera evaluar la situación de estancamiento del Diálogo Norte-Sur y recomen- dar otras opciones viables. Propuse que alguien de la experiencia y estatura políticas de Willy Brandt, el ex Canciller de la República Federal de Ale- mania, convocara tal comisión y fuera su presidente. Sigo espe- rando que el señor Brandt acepte esta tarea, reúna a un grupo disti, guido de personas para formar la comisión, aliste un equipo de expertos y comience los trabajos. Esta sería una iniciativa importante para ayudar a eliminar los obstáculos que se oponen a una cooperación internacional más eficaz en pro del desarrollo. La segunda clase de actividad útil en la actualidad sería para- lela y complementaria a la de índole política. Se trata de la necesidad de realizar un análisis amplio y continuado de los problemas del desarrollo, es decir, llevar a cabo un esfuerzo práctico y sostenido por integrar los diversos componentes que intervienen en el desarrollo en un esquema más comprensible y por explorar y evaluar las vinculaciones críticas entre dichos componentes, vinculaciones que a menudo se sustentan recí- procamente o se interfieren gravemente de maneras que no son evidentes a primera vista; en otras palabras, un análisis que es- tablezca con claridad los costos y beneficios, tanto para los países desarrollados como para los que están en vías de desa- rrollo, de los distintos modos de abordar los problemas clave. Lo cierto es que la falta de conocimientos así de sistemáticos y detallados con frecuencia dificulta a los gobiernos la tarea de formular políticas adecuadas de desarrollo a largo plazo con un conocimiento pleno de sus repercusiones más amplias. El resul- tado es que la cooperación internacional eficaz se ve impedida. Un buen ejemplo es el problema de la población. La comuni- dad internacional no está sino comenzando gradualmente a en- tender las complicadas relaciones recíprocas entre unas políticas de desarrollo muy específicas y las tendencias de la fecundidad. Las vinculaciones críticas están ahí, y llevan ahí muchos años, pero incluso hoy día nuestra comprensión de ellas es sólo muy tenue. La consecuencia inevitable ha sido unos programas de 3 población fragmentarios e ineficaces en casi todas partes, y el propio Banco no ha sido excepción a esta regla. Lo que es cierto en el campo de la población es cierto tam- bién en el caso de otros muchos problemas fundamentales del desarrollo. La comunidad internacional no cuenta en la actuali- dad ¡on ningún mecanismo analítico plenamente adecuado para evaluar los complejos fenómenos del desarrollo y, por lo tanto, con ningún medio totalmente apropiado de evaluar los diferentes modos de hacerles frente. Tampoco dispone de un patrón satisfactorio con el que medir los progresos del esfuerzo cooperativo. A comienzos de este año, diversos líderes políticos de países desarrollados y en desarrollo propusieron que el Banco Mundial iniciara los trabajos de un proyecto de esa índole, de algo que podría denominarse "Informe sobre el desarrollo mundial'. Creo que esta propuesta es interesante y ya la he discutido con los Directores Ejecutivos del Banco, el Presidente del Comité para el Desarrollo, la administración del Fondo Monetario In- ternacional (FMI) y otras partes interesadas. Hoy quiero examinarla más a fondo con ustedes, pero antes de hacerlo desearía repasar algunos de los problemas funda- mentales del desarrollo que es preciso integrar en ese esquema general. De manera específica, deseo: • Examinar brevemente lo que podemos aprender del histo- rial del desarrollo en el pasado; • Discutir los elementos de una estrategia eficaz para acelerar el crecimiento económico, tanto en los países en desarrollo más pobres como en los de ingresos medios; • Sugerir el modo en que los beneficios de ese crecimiento pueden orientarse en mayor medida a satisfacer las necesi- dades humanas básicas de los que viven en la pobreza 4 absoluta; • Exponer las proyecciones de las operaciones financieras del Banco que se precisan a corto plazo para apoyar la acelera- ción del crecimiento y el ataque a la pobreza absoluta, e • Indicar, por último, los pasos iniciales que se pueden dar para elaborar el "Informe sobre el desarrollo mundial" propuesto. Permítanme, pues, que comience con lo que podemos apren- der del historial del desarrollo en el pasado. II. HISTORIAL DE 25 AÑOS DE DESARROLLOa Es un historial realmente notable y sin precedentes. Nunca un grupo tan grande de seres humanos-dos mil millones de personas-ha logrado tanto crecimiento económico en tan poco tiempo. En el cuarto de siglo transcurrido entre 1950 y 1975, el ingreso per cápita medio del mundo en desarrollo creció a una tasa su- perior a 3% al año. En una etapa comparable de su desarrollo, los países que ahora son industrializados necesitaron mucho más tiempo para llegar tan lejos y lograron un crecimiento anual de su ingreso per cápita de alrededor de 2% solamente. Además, el éxito logrado no fue exclusivamente económico; también se hicieron importantes progresos en el plano social. La esperanza media de vida, por ejemplo, aumentó de unos 40 años a 50 años. Aunque esta longevidad es todavía un 30% in- ferior a la que se registra actualmente en las naciones industriali- zadas, a Europa occidental le llevó un siglo alcanzar lo que los países en desarrollo han logrado en 25 años. Estos tuvieron tanto éxito en la reducción de sus tasas de mor- talidad-mediante la erradicación de algunas de las enfermeda- des más graves o la disminución radical de su incidencia-que un resultado no pretendido fue que sus poblaciones comenza- ron a crecer a tasas inaceptablemente elevadas. En el período de 1950 a 1975 se sumaron a la población del mundo en desarrollo más personas que las que constituyen la "Tengo una deuda de gratitud con David Morawetz por su perspicaz estudio de este tema. 5 población actual total del mundo desarrollado. Fue el efecto demográfico no de unas tasas de natalidad más elevadas, sino de unas tasas de mortalidad más reducidas. Sin contar a la República Popular de China, la población de los países en desarrollo aumentó de 1.100 nillones a 2.000 mi- llones de habitantes entre 1950 y 1975, esto es, a una tasa anual de crecimiento de 2,4%, alrededor del doble de la de las na- ciones desarrolladas. Un imperativo urgente de nuestro tiempo es que las tasas de natalidad se equilibren con mayor rapidez con las tasas de mor- talidad, y en el discurso que pronuncié hace algunos meses en el Massachusetts Institute of Technology ya esbocé la compleja dinámica de este problema No obstante, lo cierto es que ha sido una hazaña asombrosa del mundo en desarrollo el absorber 900 millones de personas en su población en un período tan corto, logrando al mismo tiempo cierta mejora en su nivel medio de vida. Si el crecimiento de la población no hubiera sido tan rápido, la mejora hubiera sido aún más notable. Con todo, a pesar de ese enorme aumento del número de habitantes, el mundo en desarrollo cuenta hoy día con un volu- nen marginal de alimentos por persona mayor como promedio que el disponible hace un cuarto de siglo. Durante los diez últi- mos años en particular, el consumo de calorías per cápita parece haber aumentado en 47 países en desarrollo por lo menos. Estas naciones han logrado también aumentar su nivel de al- fabetización. Hace 25 años había 65 millones de niños en las escuelas primarias, mientras que actualmente hay 260 millones. Entonces había sólo siete millones de alumnos en instituciones de educación secundaria y superior, en tanto que hoy acuden a ellas 65 millones. En 1950, solamente un tercio de su población adulta sabía leer y escribir, mientras que hoy más de la mitad sabe. Gran partoŽ de este progreso social fue posible porque el in- greso per cápita en términos reales del mundo en desarrollo se duplicó con creces durante ese período, como se puede ob- 6 servar en el cuadro siguiente. Cuadro 1. Crecimiento del PNB per cápita de los países en desarrollo PNB per cápita Población (dólares de 1976)* en 1975, Tasa de crecimiento Región en millones 1950 1975 anual 1951-1975 (%) Asia meridional 830 85 130 1,8 Asia oriental 337 170 435 3,9 Africa al sur del Sahara 309 175 285 2,0 América Latina 309 550 1.050 2,6 Norte de Africa y Oriente Medio 158 385 1.300 5,0 Europa meridional 117 555 1.815 4,9 Total 2.060 210 520 3,7 Como puede verse, a pesar de las dificultades fue un cuarto de siglo de progreso notable. Sin embargo, con mucha frecuencia no se considera como tal. Para muchas personas de las naciones desarrolladas-quizás para la mayoría-, los problemas del mundo en desarrollo son mucho más reales que su progreso. Y no es ésta una opinión que compartan exclusivamente los observadores externos. En los prooios países en desarrello, a muchos el progreso les parece enormemente lento, y las espe- ranzas se desvanecen y el desaliento crece a medida que au- menta la distancia entre las expectativas y los logros. Hay, por supuesto, muchas razones para esta actitud, algunas válidas, pero otras totalmente engañosas y poco realistas. Permítanme que me refiera en particular a dos opiniones acerca del desarrollo internacional que son comunes en la ac- tualidad, y que examine brevemente su validez. *Todas las cantidades de dinero se expresan en su equivalente en dólares de los Estados Unidos. 7 Cerrar la brecha La primera tesis es que el desarrollo, a pesar de todos los es- fuerzos de los últimos 25 años, no ha logrado cerrar la brecha entre los ingresos per cápita de los países desarrollados y en desarrollo, brecha que en sus extremos llega a una cifra superior a $8.000 per cápita en términos monetarios. Esta tesis es cierta. Ahora bien, la conclusión a derivar de ella no es que los esfuerzos en pro del desarrollo han fracasado, sino más bien que "cerrar la brecha" nunca fue un objetivo realista en primer lugar. Teniendo en cuenta las enormes diferencias en cuanto a base tecnológica y de capital entre las naciones indus- trializadas y los países en desarrollo, simplemente no era una meta viable, y tampoco lo es hoy día". Cuadro II. Brechas relativas entre los ingresos; ingresos per cápita de los países en desarrollo como porcentaje de los ingresos de las naciones desarrolladas` Países en desarrollo 1950 1960 1975 Países más pobres' 6,1% 4,0% 2,6% Países de ingresos medios 20,8 18,3 17,0 Países exportadores de petróleo' n.d. 16,1 22,6 Todos los países en desarrollo 11,9 9,7 9,2 'En términos matemáticos, el problema de cerrar la brecha absoluta entre los ingresos ppr cápit. puede resumirse de la manera siguiente: la brecha absoluta entre los ingresos de un país rico y de uno pobre con un crecimiento más rápido que aquél no empezará a reducirse hasta que la relación inversa de sus tasas de crecimiento sea igual a la relación de sus ingresos per cápita. Por lo tanto, si las tasas de crecimiento siguen siendo en el futuro iguales que en el pasado, la actual brecha absoluta entre los ingresos continuará agrandán- dose, ya que los países desarrollados y en desarrollo han venido registrando tasas similares de crecimiento per cápita durante los últimos 25 años. Incluso si los países en desarrollo logran aumentar al doble su tasa de crecimiento per cápita, mientras que los industrializados mantienen la suya igual que en el pasado, será necesario casi un siglo para cerrar la brecha absoluta entre sus respectivos ingresos. De los países en desarrollo que registran un creci- miento más rápido, solamente siete serían capaces de cerr> r la brecha en el plazo de 100 años y tan sólo otros nueve al cabo de 1.000 años. 'Los datos relativos a los ingresos que se han empleado para preparar este cuadro reflejan conversiones monetarias a los tipos de cambio oficiales, más bien que el poder adquisitivo comparativo. Si se hubiera dispuesto de com- paraciones del poder adquisitivo, éstas hubieran mostrado probablemente tendencias similares de los ingresos, pero brechas de menor magnitud. 8 'Se ha incluido a Indonesia en la categoría de "países más pobres". Como puede observarse en el cuadro anterior, a pesar de las elevadas tasas de crecimiento que los países en desarrollo han alcanzado durante el período de 25 años que examinamos, la brecha relativa entre los ingresos se ensanchó en lugar de estre- charse, con la única excepción del caso de los países exporta- dores de petróleo. Las brechas entre los ingresos son importantes. Nos dicen mucho acerca de las desigualdades existentes en el mundo, tanto entre las distintas naciones como dentro de cada nación, y po- nen en evidencia que los países más ricos pueden claramente otorgar mayor asistencia financiera a las naciones pobres. Ahora bien, el que estas últimas hagan de cerrar esa brecha su principal meta de desarrollo es simplemente una receta para una frustración innecesaria. Lo que constituye un objetivo mucho más importante es tra- tar de reducir las diferencias entre ellas y las naciones desarro- lladas en lo referente a la calidad de la vida, es decir, en cuanto a nutrición, alfabetización, esperanza de vida y ambiente físico y social. Esas diferencias ya han comenzado a reducirse y se pueden aminorar mucho más en un tiempo razonable. Más adelante me referiré a los medios para lograrlo. Eliminación de la pobreza Otra opinión acerca de los resultados obtenidos por los países en desarrollo durante el último cuarto de siglo es que éstos no han conseguido eliminar, ni siquiera reducir de forma significa- tiva, la pobreza masiva en su seno. De nuevo, esta tesis es cierta, aunque engañosa; a diferencia de lo que ocurre con la meta de "cerrar la brecha", la reducción de la pobreza es un objetivo realista, y de hecho absolutamente esencial. Es cierto que las políticas de algunos países en desarro- llo en esta materia han sido ineficaces. En retrospectiva, es evi- dente que se puso demasiada confianza en la creencia de que el crecimiento económico rápido resultaría automáticamente en 9 la reducción de la pobreza, es decir, en la premisa de que los beneficios se irían "filtrando" progresivamente hasta llegar a las capas más pobres de la sociedad. Desde hace ya varios años, en el Banco y en los países a los que servimos hemos venido es- forzándonos por formular estrategias eficaces para ayudar di- rectamente a esos grupos más pobres. Las estrategias que están surgiendo ahora deben por supuesto aplicarse de maneras muy diferentes a los distintos grupos po- bres. Lo que es eficaz para el pequeño agricultor que posee me- dia hectárea de tierra puede ser improcedente para el traba- jador desempleado que vive en los tugurios urbanos. Hay métodos para hacer frente eficazmente al problema de la pobreza masiva, pero con ninguno de ellos se puede rematar completamente la tarea en una sola explosión de actividad o durante un plan quinquenal especializado, y ni siquiera en un decenio de decidido esfuerzo. El tiempo necesario depende en gran medida de las estruc- turas institucionales con que se cuente para aplicar las políticas adecuadas, y en muchos de los países en desarrollo esas estruc- turas empiezan ahora a funcionar. El número de personas capacitadas, la amplitud de la infraes- tructura económica y social y la experiencia práctica en el pro- ceso de desarrollo son actualmente mayores que nunca en las naciones en desarrollo. Este es el resultado de sus últimos 25 años de inversiones y trabajo duro, y ello proporciona la base para que el último cuarto del siglo XX sea un período aún más notable. Es evidente, por lo tantr, que las opiniones de que el proceso de desarrollo ha fracu,ado porque no ha logrado "cerrar la brecha" o "eliminar la pobreza" son superficiales y engañosas. Una evaluación mucho más realista de la situación es que el notable crecimiento económico general logrado por el mundo en desarrollo oculta de hecho diferencias profundas en los re- sultados obtenidos por diversos grupos económicos. El creci- miento ha sido desigual entre los países y, también, ha estado 10 mal orientado dentro de ellos. Crecimiento desigual entre los países Consideren lo siguiente: • En 32 países pobres, principalmente de Asia meridional y el Africa al sur del Sahara, la tasa de aumento del ingreso per cápita fue de 1,5% o menos al año, es decir, inferior a la mitad de la tasa media. En esos países, tomados en conjunto, viven mas de 950 millones de personas, lo que representa el 46% de la población total del mundo en desarrollo. • No sólo han experimentado las naciones más pobres un crecimiento considerablemente más lento, sino que, como muestra el Cuadro Il1, sus resultados en esa materia han empeorado más y más de un decenio al siguiente. Su tasa de crecimiento descendió de 2,6% en el decenio de 1950 a 1,8% en el de 1960 y a 1,1% durante la primera mitad del de 1970. Cuadro 111. Tasas de crecimiento del ingreso per cápita' 1950-60 1960-70 1970-75 Países en desarrollo Países más pobres 2,6% 1,8% 1,1% Países de ingresos medios 3,2 3,5 4,2 Todos los países en desarrollo 2,9 3,2 3,7 Países desarrollados 3,0 3,7 1,9 Este descenso de la tasa de crecimiento del ingreso per cápita en los países más pobres es, con m( cho, la tendencia más per- turbadora en el historial del proceso de desarrollo. Crecimiento mal orientado dentro de los países Pero no se trata solamente de que las naciones más pobres hayan registrado unas tasas de crecimiento inaceptablemente bajas, sino también de que cualquier crecimiento logrado, tanto en éstas como en las de ingresos medios, ha pasado de largo "No incluye a Europa meridional. Los países comprendidos en cada grupo son los mismos en cada período. 11 con demasiada frecuencia a las gentes más necesitadas de unas y otras. El crecimiento económico es una condición necesaria del de- sarrollo en cualquier sociedad, pero nunca es una condición suficiente por sí misma. La razón es evidente: el crecimiento económico no puede ayudar a los pobres si no llega a los pobres. La verdad es que en todos los países en desa;rrollo los pobres se encuentran atrapados en un conjunto de circunstancias que prácticamente les impiden contribuir al crecimiento económico nacional o participar equitativamente de sus beneficios. La situa- ción en que se hallan les condena a permanecer en gran medida al margen del proceso de desarrollo. Este simplemente les pasa de largo. Y no nos estamos refiriendo a una minoría insignificante. Es- tamos hablando de cientos de millones de personas. Son los seres humanos que he definido como aquellos que viven en la pobreza absoluta, víctimas de unas condiciones tan coartadas por el analfabetismo, la desnutrición, la enfermedad, la elevada mortalidad infantil y la reducida esperanza de vida que se ven impedidos para desarrollar el potencial mismo de los genes con los que nacieron. Sus necesidades humanas básicas quedan sim- plemente insatisfechas. De ellos, 1.200 millones no tienen acceso a agua potable de buena calidad o a servicios públicos de salud, 700 millones pa- decen de grave desnutrición, 550 millones no saben leer o es- cribir, 250 millones no tienen vivienda adecuada en los centros urbanos y cientos de millones más se encuentran sin empleo productivo. No se trata aquí simplemente de grandes cifras redondeadas. Se trata de seres humanos y, lo que es aún más trágico, muchos de ellos son niños. Del total de 2.000 millones de habitantes de los países en desarrollo, alrededor de 860 millones tienen menos de 15 años. Los niños son la principal esperanza para el futuro de esas sociedades y, sin embargo, casi la mitad de ellos sufre de alguna 12 enfermedad debilitante con probabilidades de tener consecuen- cias duraderas, más de un tercio están desnutridos y 290 millones no asisten a la escuela. Este es el panorama de la pobreza absoluta en el mundo en desarrollo; un panorama que no puede modificarse mediante una estrategia de desarrollo que lo ignora. El problema no es tanto que no sepamos qué hacer acerca de todo esto. Sabemos muy bien lo que es preciso hacer; formular una estrategia general de desarrollo que sea eficaz y capaz de: • Acelerar el crecimiento económico, y • Encauzar una mayor proporción de los beneficios de ese crecimiento hacia el objetivo de satisfacer las necesidades humanas básicas de los que viven en la pobreza absoluta. La dificultad radica en que hacerlo requiere efectuar cambios -tanto en los países desarrollados como en los que se encuen- tran en proceso de desarrollo-que pueden entrar en conflicto con los intereses personales de una minoría privilegiada, con mayor poder económico e influencia política. Permítanme, pues, que analice en más detalle los dos elemen- tos principales de esa estrategia. 1I1. POLITICAS PARA ACELERAR EL CRECIMIENTO ECONOMICO En vista de la turbulencia económica mundial de los cinco últimos años, ¿hay medidas que la comunidad internacional pueda adoptar y que ofrezcan seguridades razonables de con- tribuir al logro de tasas de crecimiento económico más elevadas en los países en desarrollo? Creo que sí las hay. Los mecanismos de ajuste, por penosos que hayan sido, siguen funcionando. Las naciones de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) están dando señales de recuperación- aunque ésta sigue siendo más lenta de lo que se había previsto en un principio-y el crecimiento de los países en desarrollo más pobres y de ingresos medios está volviendo a los niveles más normales del pasado. 13 Excepto en unos pocos casos, las naciones desarrolladas han resistido la tentación de recurrir a un mayor proteccionismo. Los mercados privados de capital respondieron bien a las ne- cesidades urgentes de crédito de los países en desarrollo y, a pesar de un fuerte aumento de la deuda externa, la situación a este respecto se ha mantenido dentro de límites soportables. Lo que se requiere ahora es un firme propósito por parte de la comunidad internacional de ayudar a las naciones en desa- rrollo a continuar el proceso de ajuste y a acelerar su actual ritmo de crecimiento. Permítanme que examine brevemente nuestra evaluación de las perspectivas de crecimiento de los países en desarrollo du- rante el período de 1977-85, así como las medidas necesarias para lograr tal crecimiento. Podemos empezar con los países más pobres. Perspectivas de crecimiento de los países más pobres, 1977-85 Un programa optimista para los países más pobres indica que quizás éstos puedan invertir la tendencia declinante de los últi- mos años y lograr una tasa de crecimiento anual del ingreso per cápita de alrededor de 2% durante el período de 1977-85. Esto representaría para ellos una mejora considerable en com- paración con el quinquenio de 1970-75, pero no haría sino res- taurar su crecimiento al nivel medio que registraron durante los decenios de 1950 y 1960. Considerando sus enormes necesida- des, éste es un resultado decepcionante, ya que significaría agre- gar solamente unos $30 a sus ingresos per cápita en 1985. Sin embargo, debemos ser realistas, puesto que incluso este modesto progreso requiere adoptar las difíciles medidas siguientes: • Los países más pobres deben ahorrar y reinvertir por lo me- nos una quinta parte del pequeño aumento de su ingreso per cápita; • Han de conseguir mejorar en un 25% su eficiencia en ma- teria de utilización del capital, mediante políticas de inver- 14 siones, precios y administración más adecuadas; • Deben aumentar al doble el crecimiento de sus exporta- ciones, en relación con las tendencias del pasado, y • Las corrientes de asistencia oficial para el desarrollo a estas naciones más pobres deben aumentar en un 50%, en térmi- nos reales, entre 1976 y 1985. Estas medidas de política son urgentes. Sin ellas, las perspec- tivas son sombrías, e incluso adoptándolas, los ingresos per cá- pita de estos países ya tan desaventajados llegarían solamente a $185a en 1985. Volveré a hablar de este asunto más adelante. Perspectivas de los países en desarrollo de ingresos medios, 1977-85 Las perspectivas de crecimiento de las naciones en desarro- llo de ingresos medios son más favorables. Durante el período de ajuste de 1973 a 1976 lograron mantener una tasa de aumento del ingreso per cápita de casi 3% al año y ahora parecen estar en condiciones de llevar a cabo un incremento importante de sus exportaciones, especialmente de bienes manufacturados. Si continúan intensificando sus esfuerzos por movilizar los recursos internos, y si se acelera la recuperación de las naciones desarrolladas y aumenta el comercio mundial, sería razonable esperar que los países de ingresos medios lograran un aumento anual de su ingreso per cápita de casi 4% durante el período de 1977-85. Esto significaría un incremento de sus ingresos medios de al- rededor de 40% sobre los niveles actuales, y si pudieran man- tener tales tasas de crecimiento hasta finales de siglo, estos países en conjunto alcanzarían para entonces un nivel medio de ingreso per cápita de aproximadamente $2.100. Ahora bien, estas favorables perspectivas no podrán hacerse realidad a menos que exista el propósito de adoptar medidas de política adecuadas. Naturalmente, muchas de esas medidas -como las encaminadas a movilizar más recursos internos, a aumentar la eficacia de su uso y a ofrecer mayores incentivos para promover las exportaciones-sólo pueden adoptarlas los 'Todas las cifras relativas a ingresos per cápita que se mencionan en esta sección y en la siguiente se expresan en términos de dólares de 1976. 15 propios países en desarrollo. Es tarea suya formular y poner en práctica esas políticas, y el Banco hará todo lo que pueda por ayudarles. Sin embargo, esas medidas, tan necesarias como son, no pue- den tener éxito si al mismo tiempo no mejoran las perspectivas de aumento del comercio mundial y el acceso a los mercados internacionales de capital. Es a esto último a lo que quiero re- ferirme ahora, tanto en lo que respecta a los países más pobres como a los de ingresos medios. Aumento del comercio Las tasas mencionadas de crecimiento del ingreso per cápita, de 2% en el caso de los países más pobres y de 4% en el de las naciones de ingresos medios durante los años de 1977 a 1985, se basan en el supuesto de que continúen aplicándose las polí- ticas que produjeron el aumento de sus ingresos de exportación durante el último decenio. Con esas políticas creemos que los países en desarrollo po- drán incrementar el volumen de sus exportaciones de productos primarios en alrededor de un 50% y, lo que es más importante, casi triplicar sus exportaciones de manufacturas, cuyo valor au- mentaría de $33.000 millones en 1975 a alrededor de $94.000 millones en 1985". El aumentar las exportaciones de bienes manufacturados a esa tasa, de 11% al año, exigiría un considerable esfuerzo por su parte, y el éxito de este esfuerzo depende del supuesto de que el mundo desarrollado continúe estando dispuesto a acep- tar un incremento tan rápido de las importaciones provenientes de los países en desarrollo. Ahora bien, el logre de un volumen de exportaciones de $94.000 millones no agotaría el potencial de comercio de las 'Todas las cifras que se mencionan en esta sección en relación con el comercio se expresan en dólares de 1975. Las cifras correspondientes a 1985 no son predicciones de lo que sucederá; simplemente indican los niveles de comercio que podrían alcanzarse si tanto los importadores como los exporta- 16 dores pusieran en práctica delerminadas políticas viables. naciones en desarrollo. Como ya señalé el año pasado en Ma- nila, si los países de la OCDE eliminaran por completo sus barreras comerciales frente a los bienes manufacturados de los países en desarrollo, éstos podrían obtener en 1985 unos ingre- sos de exportación de $24.000 millones al año, en adición a los montos estimados que se han mencionado. Y esto representa sólo una parte de las oportunidades adi- cionales de comercio al alcance de los países en desarrollo. Un reciente estudio del Banco indica que si estos países eliminaran completamente sus propias limitaciones a la oferta de manufac- turas expzrtables, podrían obtener $21.000 millones más al año en 1985. En otras palabras, si tanto los importadores como los expor- tadores siguieran políticas plenamente racionales, los ingresos de exportación de productos manufacturados de los países en desarrollo aumentarían en $45.000 millones al año, por encima de los niveles que resultarán de una continuación de las políticas del pasado. Por supuesto, no es realista esperar que el mundo desarrollado suprima todas las barreras comerciales, ni siquiera en el curso de un decenio, o que los países en desarrollo puedan eliminar todas las limitaciones de oferta durante el mismo período. Eso supondría que los países desarrollados tendrían que desplazar rápidamente capital y mano de obra de aquellas industrias que ya no pudieran competir con las importaciones, y que los países en desarrollo habrían de cambiar con igual rapidez la orienta- ción de sus actividades, de la producción más antigua y menos eficiente a los productos de exportación más modernos. Aunque ninguno de esos ajustes se va a efectuar inmedia- tamente, lo dicho indica la enorme contribución al desarrollo que puede resultar de unos mayores esfuerzos por liberalizar el comercio. ¿Acaso no sería una meta razonable que tanto los países desarrollados como los que están en proceso de desa- rrollo trataran de lograr la mitad de ese potencial de aquíal985? Como puede observarse en el Cuadro IV, este objetivo podría alcanzarse si se cumplen los requisitos siguientes: 17 • Primero, si la Ronda Tokio de negociaciones comerciales resulta en una reducción de los aranceles del 50%. Con esto se agregarían $4.000 millones a los ingresos de exportación de manufacturas de los países en desarrollo en 1985; • Segundo, si las barreras comerciales no arancelarias de los países industrializados se eliminan parcialmente. Esto po- dría agregar $6.000 millones al año a esos ingresos, y • Tercero, si los países en desarrollo explotan por lo menos la mitad del potencial de exportación no utilizado de que disponen-mediante más eficiencia y una mayor reducción de las limitaciones de oferta-y los países industrializados se comprometen a no reaccionar aumentando sus niveles de protección. Con esto, los ingresos de exportación se incre- mentarían en otros $10.000 millones al año. Cuadro IV, Ingresos de exportación de manufacturas de los países en desarrollo (en miles de millones de dólares a precios de 1975) Países Países de más pobres ingresos medios Total 1965 $ 2,4 $ 7,6 $ 10 1975 3,4 29,6 33 1985-Políticas actuales 7,3 86,7 94 Posibles ingresos adicionales resultantes de: • Ronda Tokio 0,3 3,7 4 • Eliminación parcial de las barreras no arancelarias 1,0 5,0 6 • Mejores políticas de los países en desarrollo 2,5 7,5 10 1985-Nuevas políticas 11,1 102,9 114 La verdad es, por supuesto, que estas medidas de política con- vienen a los intereses generales tanto de los países desarrollados como de las naciones en desarrollo. Las mayores importaciones provenientes de estas últimas tendrían la contrapartida de mayores exportaciones de los países desarrollados. En conse- 18 cuencia, el mayor comercio beneficiaría tanto a los consumí- dores como a los productores de estos países y aumentaría los ingresos de los menos aventajados. Ahora bien, ello exigiría asistencia práctica para el reajuste de las industrias afectadas de las naciones desarrolladas, asis- tencia que traspasaría la carga de la mano de obra y el capital desplazados a la sociedad en general. Significaría también que los países en desarrollo deberían adoptar una postura econó- mica más abierta hacia afuera, a fin de no inhibir el aumento del comercio que los mercados internacionales están dispuestos a absorber. En pocas palabras, requeriría actitudes esclarecidas y cierta medida de valor político por ambas partes. Mayor acceso al capital Unas políticas comerciales más adecuadas y realistas son evi- dentemente esenciales. Pero los ingresos de divisas proporcio- narán tan sólo parte del financiamiento necesario para lograr niveles de crecimiento aceptables en los países en desarrollo. Estos deben disponer también de acceso continuo a los mer- cados internacionales de capital. Como se indica en el Anexo 1, en la página 40, la mayor parte de las corrientes de capital externo a los países más pobres ha provenido de fuentes oficiales, incluido el Banco Mundial, más bien que de los bancos comerciales. Y así debe seguir siendo. En estos países, el problema esencial es que los recursos que emplean para atender el servicio de la deuda reducen el volu- men de recursos, ya insuficiente, de que disponen para llevar a cabo sus actividades de desarrollo. Por lo tanto, el problema de la deuda está estrechamente vinculado a la necesidad de mayores transferencias de recursos reales en condicionei concesionarias. La ayuda concesionaria de las naciones de la OCDE no ha aumentado en términos reales. Las cifras definitivas correspor¿- dientes a 1976 revelan que el total de la asistencia oficial para el desarrollo (AOD) fue casi un 6% inferior a las estimaciones efectuadas hace un año. En verdad, el total de 1976 en términos reales fue menor que el de 1975. El hecho es que el nivel de AOD, en esos términos, se ha mantenido virtualmente esta- cionario durante los diez últimos años, mientras que en ese 19 mismo decenio el ingreso real de las naciones de la OCDE ha aumentado en más de 40%. El resultado es que la AOD como proporción del PNB ha disminuido de 0,42 en 1966 a 0,33 en 1976, porcentaje este último que es, evidentemente, inferior a la mitad de la meta de 0,7% aceptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1970. El que el total de la AOD siga siendo menor en más de- un 50% al objetivo fijado por las Naciones Unidas se debe princi- palmente a los tres mayores contribuyentes a la AOD. En 1976, la relación entre la AOD y el PNB era de 0,26 en el caso de los Estados Unidos, de 0,31 en el de la República Federal de Ale- mania (frente a 0,40 en 1975) y de 0,20 en el caso del Japón (en comparación con 0,24 en 1975). Estas tres naciones han manifestado en los seis últimos meses su intención de aumentar considerablemente su nivel de AOD en los años venideros. Sobre la base de las declaraciones de los portavoces de sus gobiernos, hemos estimado que la AOD as- cenderá en 1980 a 0,37 del PNB de los donantes, lo que en tér- minos reales representa un aumento de un tercio, o $4.900 millonesa. El aumento en un 50%, en términos reales, del volu- men de AOD a las naciones más pobres entre 1976 y 1985-de lo que dependerá su modesta tasa de crecimiento-se apoya en la premisa de que se tome esa medida. Los país,s en desarrollo de ingresos medios, por el contrario, han hecho in uso considerable de las fuentes privadas de capital externo, como puede observarse en el Anexo 11, en la página 41. Como indica dicho cuadro, los créditos de fuentes privadas a los países de ingresos medios aumentaron rápidamente-en $35.000 miliones-durante el período de 1973-76. Existe la preo- cupación de que este crecimiento espectacular de los emprés- titos externos-en particular los obtenidos de los bancos comer- ciales-sea insostenible, y de que si se permite que continúe habrá eventualmente una crisis generalizada de endeudamiento. Hace un año afirmé que no era inevitable que se produjera tal crisis y que ésta podía evitarse mediante una serie de medidas 20 'Véase el Anexo 1i1, en la página 42. relacionadas entre sí que habrían de adoptar los propios países en desarrollo, la comunidad bancaria internacional y las insti- tuciones financieras internacionales. Los resultados del año pa- sado indican que de hecho se han tomado medidas correctivas. Durante 1976, las diez naciones que representan tres cuartas partes del total de la deuda con fuentes privadas de los países en desarrollo importadores de petróleo lograron reducir en más de una tercera parte el total de su déficit en cuenta corriente, de $22.500 millones en 1975 a $14.200 millones aproximadamente en 1976. Esta mejora excedió en un margen considerable a las proyecciones del propio Banco. Los resultados de las exportaciones durante 1976 mejoraron gracias a aumentos imprevistos de los precios de determinados productos primarios-por ejemplo, el café-, pero esto fue sólo parte de la historia. Las tasas de crecimiento de las exportaciones de manufacturas fueron también superiores a las previstas. Ade- más, esos diez países, como grupo, hicieron uso de considerable moderación en lo referente a importaciones; en varios casos éstas se mantuvieron constantes o incluso se redujeron en tér- minos reales. Asimismo, los países de ingresos medios, en con- junto, elevaron el año pasado en un 15% su nivel real de ahorro interno. Por supuesto, estas cifras globales tan notables tienden a ocul- tar los resultados menos satisfactorios de unas pocas naciones. Pero en general, la actuación de los principales países presta- tarios durante el año pasado, en lo referente a ajustes, ha sido buena. Además, existe una mayor conciencia pública de que no se puede medir de forma razonable el problema del endeuda- miento simplemente mediante la elaboración de proyecciones del crecimiento de la deuda del mundo en desarrollo. Esas esta- dísticas globales reflejan una "ilusión monetaria", en el sentido de que gran parte del aparente aumento es simplemente conse- cuencia de las elevadas tasas de inflación experimentadas en los últimos años. Si se usa como deflactor de la deuda el índice de precios de exportación de los países prestatarios, el ritmo real de creci- miento de la deuda de los países en desarrollo fue en realidad 21 más lento en los últimos años (1973-1976) que a finales del decenio de 1960. Como proporción de los ingresos de exporta- ción, la deuda desembolsada de los países en desarrollo de in- gresos medios aumentó solamente en 12% durante el último decenio, de 84% en 1967 a 96% en 1976. Tras diversas consultas entre el personal del Banco Mundial y los principales bancos internacionales de América del Norte y Europa, la conclusión parece ser que los bancos comerciales prevén que su financiamiento neto a los países en desarrollo con- tinuará aumentando, aunque a un ritmo más moderado, quizás de 10% a 15% al año en dólares corrientes, en comparación con una tasa superior a 30% en el curso de los tres últimos años. Tal ritmo de crecimiento de las nuevas operaciones de préstamo concordaría con nuestras proyecciones de las necesidades de crédito de fuentes privadas de los países en desarrollo durante los próximos años. De hecho, significa que los principales bancos de financiamiento y los principales países prestatarios operan conforme a supuestos que concuerdan en términos generales. Otro factor crítico en las perspectivas de endeudamiento de los países de ingresos medios es el panorama de los préstamos de fuentes oficiales. Para estos países, las principales fuentes de fondos oficiales a largo plazo son el Banco Mundial y los bancos regionales, Hace un año había importantes elementos de incerti- dumbre acerca de las perspectivas de aumento del financia- miento de esas instituciones en el futuro, en particular en lo que respecta al propio Banco Mundial, pero esas incertidumbres se han resuelto ya en gran medida. Por todas estas razones, estamos hoy aún más seguros que hace un año de que el problema del endeudamiento es verdade- ramente tratable y no tiene por qué obstaculizar el logro de unas tasas de crecimiento adecuadas en los países en desarrollo. Ahora bien, al exponer esta conclusión no quisiera crear la impresión de que el problema del endeudamiento puede simple- mente ignorarse. Todo lo contrario. Aunque muchos de los países en desarrollo que son prestata- 22 rios importantes en los mercados privados de capital han com- pletado con éxito su proceso de ajuste, hay unos pocos que necesitan con urgencia nuevas medidas correctivas. Además, aunque las necesidades netas de empréstitos privados de los países en desarrollo no aumentarán mucho en términos reales en los años venideros, llegarán a su vencimiento grandes canti- dades de los préstamos recientes a plazo medio. En 1980, la mitad del volumen bruto total de empréstitos deberá destinarse a pagos de amortización. La experiencia pasada indica con certi- dumbre que por lo menos algunos prestatarios se enfrentarán a problemas de liquidez en los próximos años. El reto a la comuni- dad internacional es asegurarse de que esos casos aislados no socaven la estabilidad de todo el sistema. Evidentemente, el ser- vicio de financiamiento suplementario del FMI, cuya creación ha sido aprobada recientemente, es bienvenido en este contexto. También el Banco Mundial tiene una función que desempe- ñar. Ya se han mencionado las posibilidades de una restauración parcial del equilibrio entre las corrientes oficiales y privadas de financiamiento durante los próximos años. Esto debería fomen- tar una mayor estabilidad, tanto al prolongar la estructura de los vencimientos de la deuda de los países prestatarios como al repartir entre todos los miembros del Banco el riesgo de otorgar préstamos a determinados países en desarrollo. Para resumir, pues, las metas del aumento del comercio y de un mayor acceso al capital-así como las medidas de política que harán posible su logro-son ingredientes clave para la ace- leración del crecimiento económico de los países en desarrollo. Como ya he dicho, ese crecimiento es absolutamente esencial para el desarrollo. Pero el crecimiento, cualquiera que sea su magnitud, no puede ayudar a los cientos de millones de perso- nas que viven en la pobreza absoluta en las naciones en desa- rrollo a menos que llegue a ellas. En la actualidad, no les está llegando en medida suficiente, y es a este problema al que quiero referirme ahora. IV. POLITICAS PARA REORIENTAR EL CRECIMIENTO El crecimiento económico global que los países en desarrollo han logrado a lo largo de los últimos 25 años, tan notable como 23 ha sido, no ha tenido gran eficacia en lo que respecta a reducir la pobreza. Como ya he señalado, los países más pobres participaron sólo en una proporción modesta en la tendencia general de rápido crecimiento a partir de 1950, y en los últimos años se han quedado aún más atrás. Incluso en aquellos países en desa- rrollo que han registrado un crecimiento acelerado, los grupos más pobres no han participado de él en medida equitativa; en comparación con la tasa media nacional, sus ingresos han au- mentado solamente en una tercera parte. En conjunto, estas dos tendencias explican por qué han me- jorado tan poco los niveles de vida de los que se hallan en condiciones de pobreza absoluta en todo el mundo en desarrollo. Es evidente que los beneficios del crecimiento deben com- partirse de manera más equitativa y eficaz en el seno de ambos grupos de países, los más pobres y los de ingresos medios. Al plantear los objetivos del desarrollo en estos términos se evita la interpretación errónea de que, puesto que el creci- miento económico no siempre ha sido eficaz en lo referente a aumentar los ingresos de los pobres, no es realmente nece- sario. Pero sí lo es, y mucho. En los países donde se encuentran las mayores concentra- ciones de seres humanos en condiciones de pobreza absoluta -en particular los de Asia meridional y el Africa al sur del Sa- hara-el crecimiento económico ha sido especialmente lento en relación con el aumento de la población. En esas circunstancias, hay poco margen para mejorar la calidad de la vida a través de la redistribución del ingreso solamente, ya que la renta nacional total es de todo punto insuficiente. Pero supongamos que esas naciones más pobres fueran ahora a aumentar al doble la tasa media de crecimiento per cápita que han registrado durante los últimos 25 años. Esta es una meta 24 inverosímil, evidentemente, pero aun cuando fueran capaces de alcanzarla, su ingreso per cápita medio sería tan sólo de alrededor de $400 a finales de siglo. En ausencia de políticas gubernamentales eficaces para mo- derar el desequilibrio distributivo, ese nivel medio de ingreso no puede por sí mismo lograr una reducción apreciable de la po- breza absoluta. Esto significaría que los cientos de millones de seres que viven en esas condiciones en Asia y Africa tendrían una espera interminable antes de poder empezar a disfrutar de un nivel de vida decente en el que sus necesidades humanas básicas queden satisfechas. Por lo tanto, los países más pobres deben hacer todo lo que esté a su alcance por aumentar el crecimiento de su ingreso per cápita, pero también han de hacer algo más. Deben idear el medio de poder atender las necesidades humanas básicas en una etapa más temprana del proceso de desarrollo. ¿Es esto viable? Sí lo es. Diversos países han hecho progresos hacia la consecución de esa meta, no siempre con mucha efica- cia y nunca sin algún revés, pero progresos al fin y al cabo. Tampoco las naciones en desarrollo de ingresos medios deben confiar solamente en elevar el nivel medio del ingreso per cápita para resolver los problemas de la pobreza absoluta. Al igual que los países más pobres, deben atacarlos directamente. Tienen muchos más recursos para hacerlo y pueden acortar el tiempo que sus ciudadanos menos afortunados deban esperar para que se satisfagan sus necesidades básicas. Así pues, la estrategia para luchar contra la pobreza absoluta que estamos examinando es aplicable tanto a las naciones más pobres como a los países de ingresos medios, aunque es evi- dente que atañe mucho más directamente a aquellas, puesto que no tienen otra alternativa viable. ¿Cuáles son los elementos de esas necesidades básicas que deben satisfacerse para poder superar la pobreza absoluta? No es difícil enumerarlos, aunque las características de cada uno variarán de país a país, de cultura a cultura y de sociedad a sociedad. Son los siguientes: 25 • Alimentos con suficiente valor nutritivo para evitar los efec- tos debilitantes de la desnutrición y satisfacer las necesida- des físicas da3 una vida productiva; • Vivienda y vestido que proporcionen protección razonable contra los rigores del clima y el medio ambiente, y • Servicios públicos, como educación, agua limpia y cuida- dos de salud, que todos los miembros de una sociedad ne- cesitan para poder ser plenamente productivos. El primer requisito para satisfacer estas necesidades básicas es que los que viven en la pobreza absoluta puedan obtener un ingreso suficiente para adquirir en el mercado los bienes esenciales que éste pueda ofrecer, por ejemplo, alimentos y vivienda. Aumentar la productividad de los pobres Ayudar a los grupos más pobres de la sociedad a encontrar oportunidades de obtención de ingresos y aumentar su pro- ductividad es algo esencial, ya que éstos son los grupos que con tanta frecuencia quedan al margen del proceso tradicional de desarrollo. En la medida en que los pobres poseen algunos bienes tan- gibles, por escasos que sean-una pequeña explotación agrí- cola, una industria familiar o una empresa comercial de pequeña escala en el sector urbano-, es posible ayudarles a ser más pro- ductivos proporcionándoles mejor acceso al crédito, servicios de extensión e insumos de producción. En Malasia, Kenya, Malawi, Taiwán, Corea, Nigeria y otros países, la experiencia ha demostrado que la productividad de las pequeñas explotaciones agrícolas puede aumentar con- siderablemente con la ayuda de programas de ese tipo. El propio Banco se ha comprometido a alcanzar ese objetivo mediante sus nuevos proyectos de desarrollo rural; en los tres últimos años hemos iniciado proyectos que aumentarán aproximada- mente al doble los ingresos de unos 40 millones de personas que viven por debajo del nivel de pobreza tanto en los países 26 más pobres como en los de ingresos medios. La experiencia de los países en desarrollo y del Banco ha sido menor en lo referente a creación de oportunidades de obten- ción de ingresos fuera de las explotaciones agrícolas y a presta- ción de asistencia a las industrias familiares y empresas de pequeña escala, pero es evidente la importancia de hacer un esfuerzo en ese sentido. Dos terceras partes del empleo en el sector industrial del mundo en desarrollo sigue teniendo su origen en las empresas de esa índole, por lo que su ampliación y el aumento de su productividad reviste importancia vital para el crecimiento económico general y para aumentar los ingresos de los pobres. En el Banco estamos todavía en las etapas iniciales de em- prender un mayor programa de financiamiento de esas activi- dades, que requieren un alto coeficiente de mano de obra y pueden proporcionar empleo productivo a unos costos unita- rios de capital reducidos. Tenemos intención de que el volumen anual de nuestros compromisos de financiamiento a ese tipo de empresas aumente a aproximadamente $300 millones en 1980". Para ello nos proponemos trabajar a través de las institu- ciones financieras locales y, allí donde sea necesario, crearlas. Asimismo, en los proyectos de desarrollo urbano y rural se in- cluirá en medida creciente a esas empresas como parte integrante del plan de inversiones. Ya se está haciendo así en algunos proyectos en Tanzanía, India e Indonesia. En Madrás, por ejemplo, un proyecto de de- sarrollo urbano creará 5.000 puestos de trabajo en industrias fa- miliares en las zonas de tugurios, a un costo medio de inversión de $225 por puesto. De ese modo, la capacidad de obtención de ingresos de los habitantes pobres de esa ciudad aumentará mediante sólo una inversión modestade un capital quees escaso. Reorientación de los servicios públicos Igualmente esenciales para aumentar la capacidad de adquisi- ción de bienes de los que viven en la pobreza absoluta son la reorientación y la ampliación de los servicios públicos. 'A precios de 1976. 27 El cuidado de la salud, la educación, el transporte público, el abastecimiento de agua, la electricidad y otros servicios simi- lares son, por supuesto, preocupación de todos los países en desarrollo del mundo. Durante los últimos 25 años sus gobiernos se han visto enfrentados a presiones crecientes para satisfacer la demanda, al tiempo que su población global casi se dupli- caba y que el número de habitantes de los centros urbanos se cuadruplicaba. Inevitablemente, ha habido desaciertos. Tanto en las ciudades como en las zonas rurales, las familias ricas, que a menudo cons- tituyen un grupo muy pequeño pero políticamente influyente, con frecuencia han logrado copar una parte desproporcionada de los escasos servicios públicos. Es una vieja historia de las relaciones humanas que está lejos de ser atributo de los países en desarrollo solamente. La riqueza y el privilegio han dejado siempre sentir su peso en esos asuntos, y casi siempre a expensas de los pobres. La asignación del abastecimiento de agua por tubería y de la electricidad, el costo y el itinerario de los transportes públicos, la ubicación de las escuelas y el acceso a los servicios de salud constituyen decisiones de los gobiernos nacionales y locales que revisten importancia crítica para el nivel de vida de las gentes muy pobres, que no tienen margen de opción ni influencia en los responsables de formular las políticas. No sólo es frecuente que los servicios públicos esenciales estén fuera del alcance financiero y geográfico de los grupos pobres, sino que también puede suceder que los servicios exis- tentes estén diseñados de manera tan poco adecuada que ca- rezcan prácticamente de utilidad para sus necesidades, como por ejemplo, llamativas carreteras de cuatro carriles, pero de- masiado pocos caminos de acceso al mercado; modernos hos- pitales de medicina curativa en las ciudades, pero demasiado pocas clínicas de medicina preventiva en las zonas rurales; pres- tigiosas instituciones de educación superior, pero demasiado pocos programas de alfabetización en los poblados. Unos servicios públicos que no estén diseñados con miras 28 modestas y a costos unitarios reducidos acabarán, con casi en- tera seguridad, sirviendo a unos pocos privilegiados en lugar de a los muchos desposeídos. A fin de invertir esta tendencia, los gobiernos deben estar dispuestos a tomar decisiones difíciles y delicadas desde el punto de vista político y a reasignar los escasos recursos, desti- nándolos a establecer sistemas menos ambiciosos pero de alcance más amplio que puedan hacer llegar los servicios a los pobres y permitan a éstos tener acceso a ellos. Nuestra experiencia reciente demuestra de manera palpable que esto es posible. Por ejemplo: • En El Salvador se está llevando a cabo un programa de vi- vienda mínima al alcance de las familias más pobres de los centros urbanos. El costo por unidad de vivienda en los dos proyectos a los que hemos prestado financiamiento es como promedio de unos $1.500, y ya se han construido y vendido más de 3.000 unidades a familias con ingresos individuales inferiores a $240 al año. El programa tiene por objeto alcanzar hasta el décimo percentil de la población en tér- minos de ingresos, y está comenzando a lograrlo. • En Indonesia el Banco Mundial está contribuyendo a finan- ciar el programa gubernamental de mejoramiento de tugu- rios, con el que se satisfarán las necesidades básicas-agua limpia, eliminación de desechos humanos ysólidos y drenaje de superficie-para llevar una vida más saludable y pro- ductiva en los enormes asentamientos ilegales de Yakarta y Surabaya. El programa beneficiará a más de 400.000 habi- tantes con una inversión de $60 por persona. A este costo tan bajo, el programa puede repetirse en una escala muy grande. • Colombia ha puesto en rmarcha un programa nacional de salud destinado a atender las necesidades del 40% aproxi- madamente de colombianos que en la actualidad no tiene acceso regular a servicios básicos de salud. El programa se ha organizado en torno a los trabajadores comunitarios y los dispensarios locales y se basa en el sistema de auto- ayuda. En sólo dos años de funcionamiento ya ha alcanzado 29 a un millón de gentes pobres. Si tiene éxito-y el extenso estudio en el que se basa indica que sí lo tendrá-, ofrecerá servicios básicos de salud a todos los habitantes pobres del país en 1985 a un costo anual inferior a $4 por persona. En Alto Volta, uno de los países más pobres del mundo, se llegó a la conclusión de que, aun cuando se dedicaran todos sus limitados recursos fiscales a la educación primaria, se podría educar solamente a la mitad de los niños en escuelas formales. Por consiguiente, se ha empezado a experimentar en las zonas rurales con un sistema no formal mediante el cual se proporcionan tres años de educación básica y formación agrícola a los adolescentes que nunca han asistido a la escuela. Con este programa, al que el Banco presta asistencia, se imparten ahora conocimientos de lectura, escritura, aritmética y aptitudes prácticas a unos 30.000 de esos jóvenes. Estos son solamente unos pocos ejemplos de lo que se puede hacer si los gobiernos están dispuestos a tomar las me- didas necesarias. Técnicamente, es posible hacer mucho. Políti- camente, esas decisiones pueden plantear opciones difíciles. En último término, siempre se trata de una cuestión de priori- dades: más divisas para importar automóviles privados, o una mayor flotilla de autobuses; lujosas oficinas gubernamentales, o mejoras de los asentamientos ilegales; una nueva generación de aviones de caza para la fuerza aérea, o una nueva generación de niños que sobrevivan a su quinto cumpleaños. Ningún gobierno lo puede todo. Gobernar es escoger. Pero la pobreza persistirá y aumentará si la elección se inclina dema- siado a menudo por los lujos innecesarios y no por hacer frente a las necesidades críticas. Por definición, las necesidades humanas básicas son siempre críticas, y el que los gobiernos ayuden a las gentes pobres a satis- facerlas no es una cuestión de filantropía, sino una prudente 30 inversión en formación de capital humano. Es la pobreza lo que constituye un peligro social, no las per- sonas que se da la circunstancia de que son pobres. Estas repre- sentan un inmenso potencial humano e invertir en su producti- vidad futura, si se hace con eficacia, es muy buena economía. Ciertamente, lo que es muy mala economía es permitir que un cultivo de pobreza crezca y se difunda en el seno de una nación en tal medida que comience a infectar y erosionar toda la trama social. La pobreza en su peor forma es como un virus que contagia la amargura, el cinismo, la frustración y la desespe- ración. Y no es para menos; pocas experiencias humanas son motivo de mayor amargura que el darse cuenta gradualmente de que uno es víctima de flagrante injusticia social. Ningún gobierno quiere perpetuar la pobreza, pero no todos los gobiernos están convencidos de que realmente es mucho lo que pueden hacer para combatir un problema de dimensiones tan vastas. Sin embargo, sí pueden hacer mucho. Atacar los orígenes de la pobreza, ayudar a los pobres a ser más produc- tivos y, de ese modo, a formar parte integrante del proceso de desarrollo, y reorientar el crecimiento económico y los servicios públicos hacia la satisfacción de las necesidades humanas bási- cas, son todos objetivos prácticos y alcanzables. El año pasado sugerí que tanto los países desarrollados como las naciones en desarrollo se fijaran como una de sus metas prin- cipales el satisfacer las necesidades humanas básicas de la mayoría de las personas que viven en la pobreza absoluta en un plazo razonable, por ejemplo, de aquí a finales de siglo. Sigo creyendo que esa meta es fundamental y viable. Y lo que es más, ahora vemos con mayor claridad por qué medios se puede alcanzar. ¿No deberían entonces las naciones en desarrollo individual- mente, y la comunidad internacional colectivaiente, formular las medidas específicas que deben adoptarse para conseguir tal objetivo, elaborar el calendario para ponerlas en práctica y vigilar los progresos del programa? Por supuesto, la mayor parte de la tarea deben realizarla los propios países en desarrollo. Sólo ellos están en situación de 31 ajustar sus prioridades nacionales. Sólo ellos pueden crear las condiciones económicas y políticas para ayudar a sus gentes pobres. Y sólo ellos pueden movilizar la energía creadora de sus propios ciudadanos. Pero la magnitud de esta tarea es demasiado grande para cumplirla sólo mediante los esfuerzos nacionales. Si se deja exclusivamente en manos de estos países-o si se les niega un volumen razonable de asistencia externa-, el plazo puede alar- garse tanto que se agote la paciencia de sus pueblos, o pueden verse en una situación tan crítica de estrechez económica a corto plazo que se vean forzados a renunciar a sus planes de desarrollo a largo plazo. Las naciones en desarrollo que se comprometan firmemente a satisfacer las necesidades humanas básicas de todos sus habi- tantes ciertamente se merecen opciones mejores. Esta es la razón, como ya he señalado, de que la comunidad internacional deba ayudar en esta empresa ampliando las opor- tunidades de comercio y aumentando las corrientes de capital. Lo que todos debemos entender es que, en sí misma, la tarea no es ilusoria o poco realista. De hecho, es claramente viable en términos puramente técnicos y de recursos, ya que lo que se precisa es bastante poco en comparación con la producción mundial total. Son más bien las limitaciones de índole institucional y polí- tica-no física o tecnológica-las que constituyen el mayor obstáculo. Por supuesto, el propio Banco Mundial debe hacer todo lo que pueda por ayudar en este esfuerzo general a través de sus propias operaciones financieras. Permítanme que examine brevemente las perspectivas de esas operaciones. V. EL PROGRAMA FINANCIERO DEL BANCO MUNDIAL Cuando me dirigí a ustedes el año pasado, no estaba muy claro cuál sería la escala de las operaciones del Banco Mundial 32 en el futuro. Las negociaciones para la quinta reposición de los recursos de la AIF se habían retrasado varias veces y aún no había comen- zado a discutirse el incremento general del capital del Banco. Ahora, como ya saben, esas incertidumbres se han resuelto en gran medida. Las negociaciones para la quinta reposición de los recursos de la AIF han concluido con éxito, lo que, junto con la transferencia de utilidades del Banco, permitirá a la Aso- ciación comprometer aproximadamente $8.000 millones en el curso de los tres próximos ejercicios, en comparación con $4.500 millones durante los tres últimos. Además, ha ido surgiendo un consenso, primero en la con- ferencia en la cumbre de Londres y posteriormente en las re- uniones de la Conferencia sobre la Cooperación Económica Internacional, en París, a favor de un incremento general del capital del Banco que permita a éste mantener el crecimiento en términos reales de sus operaciones en el curso de los próxi- mos años. Por último, se ha aprobado oficialmente el incre- mento del capital de la Corporación Financiera Internacional (CFI). Sobre la base de estos acontecimientos, el Grupo del Banco Mundial planea ahora efectuar compromisos por valor de $8.700 millones en el ejercicio que finalizará en junio de 1978* -frente a $7.300 millones en el ejercicio pasado-y de $9.800 millones en el ejercicio siguiente. Es razonable esperar que el Grupo del Banco comience el decenio de 1980 con un nivel de operaciones que exceda de $10.000 millones al año. En términos de dólares corrientes, esto representa casi diez veces el volumen medio alcanzado a media- dos del decenio de 1960 y cuatro veces el promedio del período abarcado por los ejercicios de 1969-73. Por supuesto, parte de este crecimiento refleja simplemente los elevados niveles de inflación de los últimos años, pero si las cifras se ajustan para eliminar ese efecto y se expresan en tér- minos reales, los incrementos siguen siendo considerables. *El ejercicio del Banco Mundial y sus afiliadas abarca del 1 de julio al 30 de junio del año siguiente. Los años indican la fecha de terminación del ejercicio respectivo. 33 Cuadro V. Nuevos compromisos del Grupo del Banco Mundial (en miles de millones de dólares) Promedios anuales, ejercicios de: Plan prelimi- nar, ejercicio 1954-68 1969-73 1974-78 de 1979 Compromisos financieros: $ corrientes 1,2 2,7 6,7 9,8 $ constantes del ejercicio de 1977 2,8 4,3 7,1 8,5 Número de proyectos, Banco/AIF 57 129 207 255 A pesar de la incertidumbre que existe en relación con el nivel exacto de los compromisos del Banco Mundial en 1979 y a comienzos del decenio de 1980, el nivel de los flujos netos de capital-desembolsos del Banco menos reembolsos efectuados por nuestros países miembros prestatarios-puede proyectarse con razonable exactitud para varios ejercicios. Cuadro VI. Desembolsos netos del Banco y la AIF a los países en desarrollo (en miles de millones de dólares corrientes) Ejercicios Ejercicios 1968 1973 1978 1983- 1964-68 1969-73 1974-78 1979-83 Banco 0,4 0,7 2,6 5,0 1,7 2,9 9,1 21,6 AIF 0,3 0,5 1,3 2,6 1,3 1,4 5,6 10,5 Total: $ corrientes 0,7 1,2 3,9 7,6 3,0 4,3 14,7 32,1 $ del ejercicio de 1977 1,4 1,9 3,7 5,0 6,3 7,6 15,4 24,0 Como se puede observar en el cuadro, hace un decenio los flujos netos de capital ascendían a $700 millones, en tanto que en este ejercicio habrán llegado casi a los $4.000 millones. En 1983, el total combinado del Banco y la AIF deberá alcanzar un nivel anual de $7.600 millones aproximadamente. 34 "Proyecciones preliminares. Por consiguiente, durante el quinquenio que finalice en 1983 el Banco Mundial deberá proporcionar a los países en desa- rrollo entre $30.000 y $35.000 millones de financiamiento neto, del que aproximadamente dos tercios provendrán del Banco y un tercio de la AIF. El importante aumento de los recursos de la AIF, como resul- tado de la quinta reposición, nos permitirá hacer una contribu- ción significativa a la aceleración del ritmo de desarrollo de las naciones más pobres, cuya proporción de las transferencias totales de recursos ha sufrido un descenso en años recientes. Las sumas muy considerables que el Banco prestará a los países en desarrollo durante los cuatro ejercicios próximos de- berán ayudar a restablecer un equilibrio más satisfactorio entre el financiamiento de fuentes oficiales y privadas. Esto se aplica especialmente al caso de las naciones en desarrollo de ingresos medios, en las que los préstamos de fuentes privadas han aumen- tado de manera tan espectacular en el pasado reciente. Por último, esperamos que la CFI, con su capital cuadrupli- cado, desempeñará una función catalítica cada vez más im- portante en lo que se refiere a estimular las inversiones privadas en los países en desarrollo. Ahora bien, las operaciones financieras del Banco Mundial en el futuro, por importantes que sean, representarán por supuesto sólo una parte del esfuerzo mucho mayor de toda la comunidad internacional en pos de los objetivos principales del desarrollo. La prosecución de esos objetivos exige una movilización sus- tancial de recursos financieros, pero requiere también un esquema conceptual sólido y un entendimiento claro del efecto de las diferentes políticas nacionales e internacionales en el proceso de desarrollo. La carencia de un esquema semejante es precisamente uno de los obstáculos que se oponen a un mayor apoyo público al desarrollo y a la elaboración de programas nacionales e inter- nacionales más eficaces en esa materia. Permítanme que pase ahora a examinar este tema. 35 VI. MEDIDAS INICIALES PARA LA ELABORACION DE UN "INFORME SOBRE EL DESARROLLO MUNDIAL" Como ya he mencionado, varios líderes políticos de países desarrollados y en desarrollo recomendaron a comienzos de este año que el Banco Mundial iniciara los trabajos de lo que podría denominarse "Informe sobre el desarrollo mundial", es decir, un análisis amplio de los problemas del desarrollo y de las políticas de los países desarrollados y en desarrollo que in- fluyen en ellos. Esta propuesta refleja un consenso creciente en todo el mundo respecto de que es preciso un enfoque mucho más eficaz de dichos problemas, y de que un requisito para ello es entender mejor las repercusiones de las políticas internas y externas en los principales aspectos sociales y económicos de los países en sus diferentes etapas de desarrollo. La turbulencia económica de los cinco últimos años ha sen- sibilizado a todos los gobiernos al hecho de la vinculación exis- tente entre esos problemas. Pero, comprensiblemente, ningún gobierno está muy seguro de cual sea el mejor modo de pro- ceder. Es evidente la necesidad de una cooperación más es- trecha para resolverlos, pero lo que no es tan evidente es qué tipo de cooperación, en qué medida, a qué costo y con qué combinación de políticas. Es en este contexto en el que el Banco planea iniciar una evaluación progresiva de los problemas del desarrollo. El ob- jetivo será mejorar los conocimientos del propio Banco acerca de los principales elementos del proceso de desarrollo y sus complejas interrelaciones y, de ese modo, formular gradual- mente un esquema que pueda ayudar mejor a nuestros países miembros a dirigir ese proceso con más eficacia. A medida que este trabajo prosiga y que se analicen más aspectos y problemas, puede proporcionar una base perma- nente para examinar los progresos que se logren en años futu- ros. El informe se revisará anualmente, según vayan surgiendo nuevos datos y conocimientos, y se pondrá a disposición de los gobiernos y de los organismos internacionales que corresponda 36 para su discusión. Debo subrayar que en esta actividad no habrá intento de duplicación de los trabajos de otras instituciones de desarrollo u organismos internacionales, ni de tener prioridad sobre ellos. Muy al contrario, el trabajo del Banco, al igual que en el pasado, necesitará de sus conocimientos especializados yde su asistencia. Empezaremos modestamente y espero que para julio del año próximo podamos presentar a los Directores del Banco un bo- rrador del primer informe. Esto permitiría su discusión en la Junta antes de someterlo posiblemente a la consideración del Comité para el Desarrollo en nuestra próxima Reunión Anual. Vi¡. RESUMEN Y CONCLUSIONES Permítanme ahora que resuma los temas principales a que me he referido y que derive las conclusiones del caso. Si uno contempla objetivamente el historial económico del mundo en desarrollo durante el último cuarto de siglo, hay que reconocer que es muy notable. Supera al de las actuales naciones industrializadas en cualquier período comparable de su propio desarrollo. Sin embargo, su tasa media de crecimiento, inesperadamente elevada, oculta diferencias considerables entre los distintos grupos de países. Las naciones más pobres han logrado tasas de crecimiento que son sólo la mitad de las alcanzadas por el grupo de ingresos medios. Impedidas por una grave inferioridad de recursos, esas naciones han sido testigos de un deterioro gradual de su creci- miento, cuando colectivamente abarcan a más de la mitad de la población total del mundo en desarrollo. Las tasas de crecimiento han sido mejores en los países de ingresos medios, pero también en éstos los promedios ocultan unas pautas de distribución del ingreso sumamente desequili- bradas. En estos países, al igual que en las naciones más pobres, demasiadas personas no han podido contribuir gran cosa al crecimiento económico ni participar equitativamente de sus beneficios. El desarrollo les ha pasado de largo. La tragedia de los que viven en la pobreza absoluta es que se ven atrapados por un conjunto de circunstancias sociales y eco- nómicas de las que no pueden escapar por su propio esfuerzo 37 solamente. Cientos de millones de estos seres no saben leer o escribir, sufren de grave desnutrición, no tienen acceso a cuida- dos médicos suficientes, carecen de vivienda adecuada y no tienen trabajo digno de mención. Sus necesidades humanas básicas quedan insatisfechas. Para estos cientos de millones de personas, el desarrollo ha sido un fracaso, y continuará siéndolo a menos que se ataque directamente y se invierta la dinámica interna de la pobreza absoluta. Deben conseguirse dos objetivos esenciales: acelerar la tasa de crecimiento económico de las naciones en desarrollo y en- cauzar una proporción mayor de los beneficios de ese creci- miento hacia los que viven en la pobreza absoluta para ayudarles a satisfacer sus necesidades humanas básicas. La tarea que aguarda a las naciones más pobres para recuperar sus anteriores tasas de crecimiento del ingreso per cápita va a ser ardua. Sólo el volver a alcanzar el nivel medio de 2% que registraron en el pasado exigirá que sus ingresos de exportación aumenten al doble y que la corriente de asistencia oficial para el desarrollo que reciben se incremente en un 50%, en términos reales, en el curso de los próximos ocho años. Sin estas dos medidas complementarias, las perspectivas de las naciones más pobres-naciones en las que viven más de mil millones de seres humanos-son en verdad sombrías. Para los países de ingresos medios, el panorama es consi- derablemente más halagüeño, pero tampoco éstos podrán acelerar sus tasas actuales de crecimiento si no obtienen mayores ingresos de exportación y no cuentan con acceso continuado al capital. El incremento necesario de los ingresos de exportación puede lograrse si los países desarrollados hacen concesiones modestas en lo referente a eliminar sus barreras arancelarias y no arancela- rias, y si los países en desarrollo reducen sus propias limitaciones a la exportación. El crecimiento económico es, evidentemente, una condición necesaria del desarrollo, pero no es en sí misma una condición 38 suficiente. Sin crecimiento es poco lo que se puede hacer, pero desgraciadamente es mucho lo que se puede dejar de hacer incluso cuando hay crecimiento. Esto es lo que ha sucedido en muchos países en desarrollo durante los últimos 25 años. Ha habido crecimiento, y muy rápido en algunos de ellos, pero no ha ayudado en medida apreciable a salir de la pobreza a los que se encuentran en con- diciones de grave inferioridad económica. Lo que se requiere, por lo tanto, es que los gobiernos de los países en desarrollo adopten políticas que ayuden a las gentes pobres a mejorar su productividad y que les garanticen un acceso más equitativo a los servicios públicos esenciales. Ahora bien, los países en desarrollo no pueden hacer frente ellos solos a esa inmensa tarea. Necesitarán mayor asistencia por parte de las naciones desarrolladas. La contribución del Banco Mundial sólo puede representar, en el mejor de los casos, una parte del esfuerzo más amplio de toda la comunidad internacional. No obstante, esa aportación será considerable; durante los próximos cinco ejercicios el Banco deberá poder proporcionar a sus países miembros en desarrollo entre $30.000 y $35.000 millones de financiamiento neto. Además, el Banco iniciará los trabajos de un análisis detallado de los principales problemas del desarrollo, así como de los costos y beneficios de las diferentes políticas para hacerles frente. El objetivo de ese "Informe sobre el desarrollo mundial" será ayudar al propio Banco a comprender de manera más cabal la complejidad de esos problemas y, gradualmente, elaborar un esquema que pueda servir mejor a los países desarrollados y a las naciones en desarrollo en la adopción de sus propias decisiones. En última instancia, el desarrollo es siempre una tarea com- pleja y dura. En ella, nada es fácil, nada es gratuito y nada está desprovisto de riesgos. Pero la batalla contra la pobreza absoluta, para satisfacer las necesidades humanas básicas, no puede olvidarse, no puede seguir retrasándose por tiempo indefinido y no puede ser igno- rada por un mundo que pretenda perdurar. 39 ANEXO 1 Corrientes de capItal hacia las naciones en desarrollo más pobres y situación de la deuda de éstas' (en miles de millones de dólares corrientes) 1973 1975' 1976c 1980d 1985` Déficit en cuenta corriente antes de pagos de intereses 1,1 5,6 2,2 4,7 9,2 Pagos de intereses 0,6 0,6 0,7 1,0 1,8 Cambios en la situación de las reservas y la deuda a corto plazo 1,6 -0,4 3,6 2,7 5,5 Total por financiar 3,3 5,8 6,5 8,4 16,5 Financiado mediante capitál a plazo medio y largo de: Fuentes públicas 3,3 6,3 5,5 8,0 15,8 Fuentes privadas" 0,1 -0,5 0,9 0,4 0,7 Total de flujos netos de capital: -$ corrientes 3,4 5,8 6,4 8,4 16,5 -$ de 1976 6,1 5,8 6,4 6,1 8,6 Deuda pendiente a plazo medio y largo: Fuentes públicas 18,1 23,0 26,4 42,3 79,3 Fuentes privadas 3,0 3,4 4,0 5,2 7,0 Total-$ corrientes 21,1 26,4 30,4 47,5 86,3 -$ de 1976 37,8 26,2 30,4 34,8 45,1 Servicio de la deuda: Pagos de intereses 0,6 0,6 0,7 1,0 1,8 Amortización 1,1 1,5 1,4 1,3 2,1 Pagos de intereses como % del PNB 0,8 0,4 0,5 0,4 0,5 Servicio de la deuda como % de las exportaciones 16,7 15,2 14,5 9,6 8,7 Deflactor de precios 55,8 100,7 100,0 136,6 191,5 "No incluye a los países exportadores de petróleo. "Incluye inversiones extranjeras directas. 'Las cifras relativas a 1975 y 1976 se han obtenido de fuentes del FMI. dLos datos correspondientes a 1980 y 1985 representan proyecciones de los déficit en cuenta corriente y los flujos de capital que concuerdan con las pro- yecciones de los ingresos y el comercio a que se ha hecho referencia anterior- 40 mente; no son predicciones de lo que puede ocurrir en la realidad, ANEXO I Corrientes de capital hacia los países en desarrollo de ingresos medios y situación de la deuda de éstos' (en miles de millones de dólares corrientes) 1973 1975d 1976d 1980e 1985' Déficit en cuenta corriente antes de pagos de intereses -1,2 25,4 13,9 14,9 16,0 Pagos de intereses 3,0 5,8 6,8 14,8 29,6 Cambios en la situación de las reservas y la deuda a corto plazo 10,7 -6,7 5,6 8,2 14,6 Total por financiar 12,5 24,5 26,3 37,9 60,2 Financiado mediante capital a plazo medio y largo de: Fuentes públicas 4,4 9,8 10,5 15,0 21,8 Fuentes privadasb 8,1 14,7 15,8 22,9 38,4 Total de flujos netos de capital: -$ corrientes 12,5 24,5 26,3 37,9 60,2 -$ de 1976 17,6 24,9 26,3 28,4 32,1 Deuda pendiente a plazo medio y largo: Fuentes públicas 24,2 34,8 42,3 82,6 159,2 Fuentes privadas 35,0 58,7 70,2 128,9 251,1 Total-$ corrientes 59,2 93,5 112,5 211,5 410,3 -$ de 1976 83,1 94,9 112,5 158,3 218,9 Servicio de la deuda: Pagos de intereses 3,0 5,8 6,8 14,8 29,6 Amortización 10,2 10,8 11,3 27,7 52,9 Pagos de intereses como % del PNB' 0,8 0,8 1,1 1,4 1,3 Servicio de la deuda como % de las exportaciones' 17,5 17,2 18,8 23,3 19,5 Deflactor de precios 71,2 98,5 100,0 133,6 187,4 'No incluye a los países exportadores de petróleo. bIncluye inversiones extranjeras directas. Basado en una muestra de 26 países cuya deuda representa el 80% del total de la deuda externa de las naciones de ingresos medios que son importadoras de petróleo. dLas cifras relativas a 1975 y 1976 se han obtenido de fuentes del FMI. 'Los datos correspondientes a 1980 y 1985 representan proyecciones de los déficit en cuenta corriente y los flujos de capital que concuerdan con las pro- yecciones de los ingresos y el comercio a que se ha hecho referencia anterior- mente; no son predicciones de lo que puede ocurrir en la realidad. 41 ANEXO 1i Corrientes de asistencia oficial para el desarrollo (AOD) de los países miembros del Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD), como porcentaje del producto nacional bruto' 1960 1965 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 Alemania 0,31 0,40 0,32 0,34 0,31 0,32 0,37 0,40 0,31 0,32 0,32 0,32 0,31 Australia 0,38 0,53 0,59 0,53 0,59 0,44 0,55 0,61 0,42 0,45 0,47 0,48 0,49 Austria 0,11 0,07 0,07 0,09 0,15 0,18 0,17 0,10 0,17 0,18 0,18 0,19 Bélgica 0,88 0,60 0,46 0,50 0,55 0,51 0,51 0,59 0,51 0,61 0,64 0,65 0,67 Canadá 0,19 0,19 0,42 0,42 0,47 0,43 0,50 0,58 0,48 0,58 0,61 0,64 0,66 Dinamarca 0,09 0,13 0,38 0,43 0,45 0,48 0,55 0,58 0,58 0,64 0,67 0,70 0,70 Estados Unidosb 0,53 0,49 0,31 0,32 0,29 0,23 0,24 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 0,26 Finlandia' 0,02 0,07 0,12 0,15 0,16 0,17 0,18 0,18 0,17 0,17 0,18 0,20 Francia 1,38 0,76 0,66 0,66 0,67 0,58 0,59 0,62 0,62 0,62 0,62 0,62 0,63 Italia 0,22 0,10 0,16 0,18 0,09 0,14 0,14 0,11 0,16 0,12 0,11 0,10 0,10 Japón 0,24 0,27 0,23 0,23 0,21 0,25 0,25 0,24 0,20 0,26 0,27 0,29 0,30 Noruega 0,11 0,16 0,32 0,33 0,43 0,43 0,57 0,66 0,71 0,87 0,96 0,97 0,98 Nueva Zelandia' 0,23 0,23 0,25i 0,27 0,31 0,52 0,42 0,41 0,45 0,48 0,49 Países Bajos 0,31 0,36 0,61 0,58 0,67 0,54 0,63 0,75 0,82 0,97 1,00 1,02 1,03 Reino Unido 0,56 0,47 0,37 0,41 0,39 0,34 0,38 0,37 0,38 0,39 0,37 0,38 0,38 Suecia 0,05 0,19 0,38 0,44 0,48 0,56 0,72 0,82 0,82 0,93 0,97 1,00 1,00 Suiza 0,04 0,09 0,15 0,12 0,21 0,16 0,15 0,18 0,19 0,15 0,16 0,17 0,17 TOTALES GENERALES AOD (miles de millones de $, precios nominales) 4,6 5,9 6,8 7,7 8,5 9,4 11,3 13,6 13,7 16,3 18,8 21,5 24,4 AOD (miles de millones de $, precios constantes de1977) 12,2 14,1 14,4 15,5 15,8 14,3 14,2 15,1 14,8 16,3 17,4 18,6 19,7 PNB (billones* de $, precios nominales) 0,9 1,3 2,0 2,2 2,6 3,1 3,4 3,8 4,1 4,6 5,3 5,9 6,6 AOD como % del PNB 0,52 0,44 0,34 0,35 0,33 0,30 0,33 0,36 0,33 0,35 0,35 0,36 0,37 Deflactor de la AOD' 0,38 0,42 0,47 0,50 0,54 0,66 0,80 0,90 0,93 1,00 1,08 1,16 1,24 *1 billón = 1.000.000.000.000. 'las cifras correspondientes a 1975 y años anteriores se basan en datos efectivos. Las de 1976 son cifras efectivas preliminares. Las relativas a 1977-80 se basan en estimaciones de la OCDE y el Banco Mundial del crecimiento del PNB, en información sobre las asignaciones presupuestarias para fines de ayuda y en declaraciones de política en materia de asistencia formuladas por los gobiernos; son proyecciones, y no predicciones de lo que ocurrirá a menos que se adopten medidas no planeadas ahora. bEn 1949, cuando se inició el Plan Marshall, la AOD de los Estados Unidos constituía el 2,79% de su PNB, 'Finlandia ingresó al CAD en enero de 1975, dNueva Zelandia ingresó al CAD en 1973. No se dispone de datos sobre su AOD en 1960 y 1965. 'incluye el efecto de los cambios de paridad. Los deflactores son los mismos que los correspon- dientes al PNB. 42 WORLD BANK 1818 H Street, N.W., Washington, D.C.'20433, U.S.A. Telephone number: (202) 477-1234 Cable address: INTBAFRAD WASHINGTON D.C. 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